viernes, 13 de noviembre de 2020

Esalen: 25 años (Archivo - Los Angeles Times Magazine)

La siguiente es una nota periodística publicada originalmente en el Magazine "Los Angeles Times" el 6 de Diciembre de 1987, conmemorando los 25 años del famoso Esalen Institute (Big Sur, California).
Se reproduce íntegra, como parte de los esfuerzos de difusión en torno a la historia social de un verdadero faro luminoso en los orígenes de la psicología humanística y transpersonal.

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The following is a journalistic article originally published in the Magazine "Los Angeles Times" on December 6 (1987), commemorating the 25 anniversary of the famous Esalen Institute (Big Sur, California).
It is reproduced in its entirety, as part of the spreading efforts around the social history of a true luminous lighthouse in the origins of humanistic and transpersonal psychology.













viernes, 2 de octubre de 2020

Lectura recomendada: "Encountering America", de Jessica Grogan


Quizás “Encountering America” sea una de las mejores crónicas narrativas que se hayan escrito sobre el movimiento psicológico que no sólo reformó la cultura estadounidense, sino que desde sus orígenes en los años 50´, y con la contribución de varios nombres de peso en todo el mundo, abrió las puertas a un nuevo paradigma psicoterapéutico representantivo, de manera simultánea, de toda una nueva antropovisión. 
Hoy día nos resultan muy familiares las ideas respecto a la relación de nuestras vidas personales y profesionales como puentes genuinos hacia la expresión de nuestra autenticidad; la creencia de que nuestras relaciones debieran definirse por la apertura y la comprensión; y la premisa de que el espacio terapéutico puede ayudarnos a desarrollar nuestro potencial humano. Para muchos, prácticamente, resulta imposible imaginar nuestro mundo sin ellas. 
En "Encountering America", la historiadora cultural Jessica Grogan revela cómo estas ideas asaltaron las barricadas de nuestra cultura a través del movimiento de psicología humanística, obra de un puñado de psicólogos inconformes que revolucionaron la cultura estadounidense en las décadas de 1960 y 1970. 
Al perfilar a figuras como Abraham Maslow, Rollo May y Fritz Perls, Grogan recurre a fuentes primarias sin explotar para explorar cómo estas mentes y la cambiante atmósfera cultural se combinaron para crear un movimiento ampliamente influyente. Desde el grupo de teorías que se agruparon bajo el rótulo de Nueva Era hasta las ansiedades perennes de los estadounidenses sobre el bienestar, la identidad y el propósito, Grogan rastrea cómo la psicología humanística continúa definiendo la forma en que nos entendemos a nosotros mismos. 
Valga aclarar que correspondiera hablar de psicología humanística y no humanista, palabra que erróneamente se suele emplear para traducir la expresión original “humanistic psychology”, pero cuyos ecos reverberan en Occidente en las raíces filosóficas del siglo de las Luces, siendo por esto distinta su acepción. 
"Encountering America" resulta una obra de lectura amena, bien nutrida con anécdotas curiosas y datos biográficos sobre las personas que patentizaron esta nueva forma de escudriñar la realidad humana. Tal vez por ello, el libro también sirva como un prolijo esbozo histórico sobre los distintos autores. 
Capítulo aparte merece el análisis social sobre el nacimiento y la experiencia del Instituto Esalen, que desde su origen en 1962 en Big Sur, California, se convirtió en un faro de educación alternativa y formación humanística. Pese a su posterior declive, Esalen fue vital para el despliegue inicial de muchas de estas corrientes, y el punto de encuentro donde la gran mayoría de sus principales representantes dirigieron talleres y programas de entrenamiento. 
El libro cierra acompañando la transición histórica entre la psicología humanística y la psicología transpersonal, originalmente concebida como un capítulo de la primera. Finalmente, en un mundo donde la diversidad y la necesaria toma de conciencia de las diferencias son más actuales que nunca, la autora analiza los avatares en la relación del colectivo humanístico con la población afroamericana y la situación contemporánea de la mujer.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Alan Watts: una entrevista incómoda

Durante 2018 y 2019, compartimos en nuestro espacio de la Red de Estudios Religare un grupo de estudio inédito mensual sobre la obra del filósofo y orientalista británico Alan Watts. Como parte de nuestros materiales de archivo sobre este ícono de la contracultura, desempolvamos una de las primeras entrevistas que concedió para la edición Diciembre 1959/Enero 1960 de la revista estadounidense "The Realist", fundada por Paul Krassner. The Realist fue una revista pionera de "crítica y sátira social-política-religiosa" que se editó desde 1958 hasta el año 2001. En esta charla, además de referencias a la situación político-social convulsa de la época, disfrutamos a un Watts refiriéndose a una diversidad de temas: el budismo zen y el cristianismo, las teorías de C.G.Jung y Wilhelm Reich, la psiquiatría, el romanticismo, la poesía, la generación Beat, y su mirada práctica, profunda (y siempre divertida) sobre el futuro. Un testimonio delicioso.







sábado, 29 de agosto de 2020

"Our House", de Graham Nash

 


"Un canto a la felicidad doméstica contracultural"; así vivió Graham Nash la composición de esta canción hermosa, a partir de un episodio súper corriente durante el tiempo en el que convivía con Joni Mitchell en el Laurel Canyon de finales del año 69´. No hay grandes declaraciones, apenas la confesión suave, minimalista, de la belleza extraordinaria de lo cotidiano, que se acentúa con las armonías que lograban estos cuatro gigantes del folk.




viernes, 28 de agosto de 2020

Activismo y cordura espiritual


En sus escritos sobre acción social, Thomas Merton se refirió al poder ominoso incubado en las sociedades en la cuales las ideas de odio fluyen libremente, los sistemas políticos las fomentan, y las circunstancias las tornan aceptables. Así, en su obra "Incursiones en lo indecible" (1967), reflexionó sobre el hecho perturbador de que durante el juicio a Adolf Eichmann, este fuera juzgado cuerdo, aparentemente sin sentir ninguna culpa ni ansiedad por las acciones que había cometido durante el Holocausto. Poco tiempo antes, en sus "Conjeturas de un espectador culpable" (1966), había llamado la atención sobre un hecho notable, tampoco inadvertido para Hannah Arendt: la universalidad del estado mental de Eichmann.
Las observaciones de Merton lo llevaron a pensar que aquellos considerados "cuerdos" en una sociedad, pueden ser, en ocasiones, los más peligrosos, y quienes sin ningún reparo ni dudas, se vuelven capaces de iniciar una guerra y apretar el botón nuclear. Y esto debido al simple hecho de que los "cuerdos" serán los más hábiles a la hora de justificar sus acciones con una lógica perfectamente razonable. Sin embargo, tal cordura no significa que esas personas estén en su sano juicio, y es aquí donde Merton introdujo la idea de que la cordura no puede tener significado allí donde los valores espirituales perdieron toda su autenticidad. Si nos "ajustamos" a una sociedad que no cree en acciones de amor, empatía y compasión, es posible que todavía se nos considere cuerdos, y esto incluye a todos aquellos que diciendo ser religiosos, sólo se adhieren a las palabras y a los formalismos verbales, devenidos ahora en letra muerta, habiendo perdido el poder vivificante del Espíritu. Merton hizo un llamado no sólo a los valores espirituales, sino a la "cordura espiritual", que incluye también ansiedades y dudas, contradicciones, ira y culpa, y una sana conciencia de lo absurdo. La autenticidad y la consciencia se encuentran en el corazón de la "cordura espiritual", donde decimos la verdad al Poder y plantamos cara, en lugar de adoptar el cómodo papel de observadores no participantes. Un señalamiento que formulado hacia fines de los años sesenta, podría también considerarse una orientación oportuna para estos tiempos atribulados que vivimos.

domingo, 24 de mayo de 2020

Espiritualidad posmoderna y Compromiso social




Apenas una observación en desarrollo: En muchas de las nuevas expresiones espirituales posmodernas se defienden implícitamente actitudes vitales que legitiman el individualismo competitivo y descarnado del capitalismo salvaje. Abundan las propuestas que con frecuencia enaltecen el éxito y el beneficio económico. Muchas espiritualidades posmodernas disimulan, más o menos sutilmente, un deseo de mejora de las condiciones de vida: la consagración del célebre trípode de salud, dinero y amor. También ciertos fundamentalismos, especialmente los de manufactura estadounidense, predican un evangelio de la prosperidad que patrocina los valores del mundo de los negocios. Posiblemente, y en línea con algunos teóricos de estos tiempos (Taylor, Mardones, Mendoza-Álvarez, Otón) estemos ante la emergencia, o más bien deberíamos decir ya la franca consolidación, de una nueva religión imperial con pretensiones de validar las injusticias de un sistema económico apadrinado en el desarrollo tecnológico y el culto a nuestro contemporáneo Narciso. Pero además a este temple corresponden tiempos en los que se ha producido una extensa y progresiva psicologización de las sociedades, y aún todavía, sacralización de la psicología, que se manifiesta a través de las ansías irrefrenables por conocer y experimentar las orilleras profundidades del propio yo. Desde el compromiso social y político abogado por distintas corrientes durante los años sesenta y setenta del siglo XX, algunos retornos contemporáneos a la interioridad conllevan un alto componente de subjetivismo, uno de cuyos principales riesgos es que con frecuencia se desentienden del involucramiento con la realidad exterior.

Fotografía: Jim Marshall, 1967.

sábado, 4 de abril de 2020

Estrategia Bélica de la Sociedad de Mercado: Fagocitación o Descarte


"El sistema tiene dos vías de neutralizar a los que perturban su funcionamiento: si entran en el juego, los convierte en personalidades. Si son irreducibles, los mata". 

Abbie Hoffmann (1936-1989)

sábado, 14 de marzo de 2020

1960: Entrevista a C.G.Jung (en alemán, con subtítulos)


 El 22 de octubre de 1959, el veterano sabio de Bollingen y Küsnacht, Carl Gustav Jung, aceptó ser entrevistado por John Freeman para el programa de televisión "Face to Face", de la BBC. Sintiéndose bastante seguro con el estilo de entrevista frío y analítico de Freeman, Jung habló acerca de la Psique y del ser misterioso del individuo. Cuando Freeman sugirió que parecía que el ser humano encontraría su satisfacción en la absorción en una sociedad mayor (ilusión por demás cristalizada en un mundo atravesado por la Guerra Fría y la colisión omniabarcante de dos grandes modelos en pugna) - Jung, gentil y sonriente, insistió en que, por el contrario, el individuo no debería permitirse ser tragado en un todo mayor ilusorio, perdiendo de esta manera su alma. El ser humano, ante la extinción de la masa, se negaría a ser extinguido; había más en la persona humana de lo que se veía con los ojos del teórico social, algo notable con raíces profundas en el ser mismo del animal humano.
El alma era un ser vivo, no un mero receptáculo social. En este sentido, Jung fue singularmente profético, catalizando un estado de ánimo que haría eclosión en los años sesenta, pero que todavía en términos de lo que sucedía al nivel de la superficie, parecía silenciado al momento de la entrevista. Y es que quizás el tema espiritual clave de los venideros años sesenta concerniera esencialmente a la naturaleza espiritual del ser humano. La aparición de Jung en "Face to Face" fue, por supuesto, recordada por la célebre respuesta de Jung a la pregunta de Freeman sobre si creía en Dios: "No necesito creer, sé". Jung había visto el siglo y la luz al final del túnel.
Algunos meses despúes, y para celebrar su cumpleaños 85, volvería a ser entrevistado para un programa de la radio suiza. Un diálogo que tuvo mucha menor repercusión, pero en el que Jung tuvo la oportunidad de ampliar sus puntos de vista, resultando un documento riquísimo para explorar la psicología analítica del fenómeno religioso.

domingo, 8 de marzo de 2020

Adiós, Luis Racionero


Falleció Luis Racionero, uno de los grandes divulgadores españoles de las filosofías underground y de los caminos de liberación orientales. Un "AllanWatsiano" desde la hora 0. Sus "Textos de Estética Taoísta" son de una riqueza tan vasta como recomendable. En su libro "De que van (iban) los 60" (Ediciones de la Piqueta - 1979) había compartido un lindo retrato de su encuentro con el teacher de Sausalito: "Yo tuve el privilegio de conocerle en San Francisco en 1970, una tarde que vino a la Universidad de Berkeley a dar una clase sobre meditación. “Si oyes un ruido, no te resistas, déjalo pasar como quien oye llover o voces en el valle, que dicen los chinos. Lo mismo vale para los pensamientos: déjalos pasar, bla, bla, bla”. Lo he practicado y el resultado es que entre un bla y el siguiente bla, primero pasan segundos: “He de llamar a X, mañana hay fútbol, etcétera”, y luego minutos, y con el tiempo se llega a callar la voz interior en ese silencio. “Yoga consiste en parar los movimientos de la mente –dice Patanjali–, se experimenta lo que uno realmente es".
Luego fuimos a una cena macrobiótica, en la que nos dieron zumo de naranja y Alan le echó un tanganazo de ginebra que llevaba en una cantimplora en la bocamanga de su túnica japonesa. Murió de cirrosis en 1974. Pero su legado no era su vida, sino su obra, que ayuda como ninguna a entender y practicar la filosofía oriental, que es una psicoterapia más que una logomaquia.
Les recomiendo para empezar The spirit of zen y luego The way of zen, que deben de estar traducidos por Kairós. Si esos libros no les dicen nada, dedíquense a santo Tomás de Aquino o a Lacan; pero si Watts les mola, les dará muchas satisfacciones".

Don Luis, buen viaje y gracias por tanto!  ✌

miércoles, 4 de marzo de 2020

6ta reflexión relámpago

Algo que comenzó a ocurrir en los años 60 y que constituía un acontecimiento en sí mismo era que las personas, en su mayoría jóvenes y jóvenes adultos, comenzaron a reunirse, se congregaban. Para el poeta beat Allen Ginsberg (1926-1997), este congregarse en una convivencia pacífica, aunque temporaria, significaba el fin de la imagen de la década de 1950, cristalizada en la persona aislada, el rebelde solitario sin causa, el soñador outsider, el vagabundo rutero sin rumbo, atrapado en el abrazo de un existencialismo solipsista. Era la retirada de aquellos jóvenes enojados, a los cuales la sociedad no podía, no quería, o no le interesaba entender. Siguiendo a Ginsberg, el acto mismo de reunirse era una señal de auto trascendencia: esperanza y optimismo después de la desesperación. El amor era libre. Ya entonces, para ciertos intérpretes culturales bastante agudos, no pasó desapercibido que existían fuertes paralelos bíblicos con esta supuesta transición del aislamiento que trazó muchos aspectos culturales de los años 50, hacia el nuevo espíritu de (re)unión (gathering) que signaría los tiempos por venir. La historia de cómo los seguidores de Jesús se habían esparcido temerosos después de su crucifixión era potente. Podemos pensar en el discípulo Pedro, sólo, merodeando entre enemigos, negando su cercanía afectiva con el Maestro, hundiéndose en sí mismo, deprimido, mientras escucha al gallo cantar tres veces. Y luego recordar la historia de cómo los apóstoles se reunieron nuevamente, aunque todavía escondidos, marginados, asustados, en un aposento alto, donde de pronto la experiencia mística grupal aconteció: un fuerte viento de fuego besó el espíritu que los transmutó en comunicadores instantáneos, volubles y sumamente francos y apasionados, acusados ​​por otras personas de estar ebrios y, sin embargo, siendo espectadores de como el mensaje de Cristo se extendía como la pólvora y aumentaba geométricamente el número de conversos. En la terminología de la década de 1960, los apóstoles habían iniciado su trip (viaje) colectivo y comenzaron a compartir sus vivencias en común, "with a little help from their friends", predicando abiertamente que la nueva era había comenzado. Es indudable que para ciertos espíritus religiosos sensibles, esta comparación podría parecer inquietante e impía. Pero el hecho de que en aquellos años del siglo xx la gente comenzara a reunirse en todo el mundo, consolidó una imagen nueva en la memoria popular, algo repetido de forma obediente al menos en los festivales pop/rock que se prolongan hasta la actualidad, pese a que el significado espiritual profundo del itinerario sesentista se haya ido perdiendo en el camino. En el proceso, indudablemente, lo que nació fue una leyenda, una especie de sueño.

martes, 25 de febrero de 2020

77 veces Harrison


Un 25 de Febrero de 1943 nació el imprescindible George HarrisonGracias por tu bendecido arte, Pujya Sri Hari 

viernes, 21 de febrero de 2020

Sobre la hermenéutica de la historia


"Efectivamente se trata, como dijimos, de la escritura de la historia: qué se hace con este pasado que se escapa y a la vez se rescata, pero que ya no es lo que era ni tampoco es como creemos que fue. Son todas las operaciones literarias, interpretativas, reconstructivas, ficcionales que traen ese pasado a nuestro presente y lo hacen vivir, o recuperan algo de lo vivo. Pero, al mismo tiempo, tratándolo como muerto. Esta es la extraña conjunción de la tarea del historiador. ¿Cömo se hace historia? De esta manera: reconociendo lo muerto y tratando de escuchar el latido de algo vivo: las astillas del tiempo mesiánico, para decirlo con Benjamin. La originalidad de Benjamin es reformular el tiempo: por lo general, se asocia lo mesiánico con el futuro, pero Benjamin lo retrotrae al pasado. Porque todo pasado contiene astillas del tiempo mesiánico que no han florecido, que no han podido germinar. Es algo que quedó sin realizar y es tarea de cada generación rescatar aquello no realizado, no liberado, no reivindicado, y lanzarlo hacia el futuro. Para Benjamin, de eso se trata la construcción del futuro. Lo que, en su concepción, es la revolución". 

Diana Sperling, "Filosofía para armar" (Editorial Emecé, 2014, pág. 52-53)

lunes, 10 de febrero de 2020

Judy Garland: deslumbrante y atormentada



(La película “Judy”, ganadora del Oscar en la categoría Mejor Actriz por la interpretación de Renée Zellweger, permite recordar una vez más a una figura icónica del Hollywood clásico, una actriz y cantante que con su talento fascinaba a las audiencias y que terminó siendo víctima del mismo sistema que la consagró).

Por Hernán Schell (Nota publicada el 2 de febrero de 2020 en el diario Infobae bajo el título "Judy Garland: retrato de una artista deslumbrante y de una vida atormentada" 

En el inicio de Judy, un hombre corpulento habla con una joven mientras caminan por un colorido estudio de cine. El hombre en cuestión le dice a la chica que el mundo se divide en personas comunes, y personas como ella, que han nacido para estar detrás de la pantalla gracias a un don especial, y que en su caso, ese don especial es la voz. Lo que podría parecer un discurso inspirador en el contexto histórico y biográfico de la película es otra cosa. Sucede que esa nena es Judy Garland y ese hombre es Louis B. Mayer. Mayer es, históricamente, quizás el hombre más poderoso de toda la era del Hollywood clásico. Jefe de la MGM, que fuera la productora más acaudalada de ese momento, y padre fundador de eso que se conocería como “star system”, algo que podría resumirse como un sistema que construye la imagen de determinados actores para volverlos marcas registradas de un tipo de cine.

Hollywood, y sobre todo aquel Hollywood de la era clásica, siempre tuvo una cara bifronte. Una, la que sabe ser hermosa en más de un sentido: porque generó películas extraordinarias y porque mostraba imágenes atractivas con hombres carismáticos y mujeres bellas y elegantes a los que el público veía como seres que se movían en un mundo feliz y artificial de glamour.

La otra cara, la aberrante, residía en un Hollywood que no en pocas ocasiones exigió a estas estrellas hasta enloquecerlas. Hay, de hecho, varias películas sobre este asunto, ejemplarmente esa carta de amor envenenada a Hollywood llamada Sunset Blvd (1950), en la cual el director Billy Wilder reflexionaba sobre este aspecto oscuro de una industria de la cual, al mismo tiempo, se sabía miembro.

Además de ser conocida como la madre de otra cantante legandaria como Liza Minnelli, Judy Garland es también, de todas las estrellas que tuvo Hollywood, aquella que más arquetípicamente reflejó esa ambigüedad de la industria. Pese a que era una notable actriz dramática y participó en melodramas importantes, su nombre se identifica más que nada con películas de espíritu inocente, y también con canciones alegres que interpretaría tanto en largometrajes como en su carrera como cantante solista. Pero, al mismo tiempo, Garland es un ejemplo perfecto de la irresponsabilidad de una industria a la hora de explotar a una joven y del hambre demencial por la fama.

Este último aspecto estuvo para Garland marcado desde el principio. Tenía treinta meses cuando participó por primera vez como actriz y cantante junto a sus hermanas en un teatro de su propio padre, Frank Gumm. Luego, fue junto a sus hermanas que Judy empezaría dando sus primeros pasos actorales hasta llegar a trabajar en Hollywood a sus 13. Si bien ya en esos primeros años Garland empezaba a aparecer en películas importantes, perfilándose como gran actriz y cantante (tenía en su haber varias películas con Mickey Rooney); también en esa época era obligada a consumir todo tipo de fármacos para tolerar una infinidad de sesiones de rodaje. Sin embargo, nadie duda de que su quiebre -tanto en su ascenso como estrella como en su descenso lento y progresivo al infierno de las adicciones- vendría a partir de la legendaria El mago de Oz (The Wizard of Oz-1939).


Somewhere Over the Rainbow', de "El Mago de Oz"

De este cuento de hadas deslumbrante se ha escrito y analizado largo y tendido: su ambigüedad en su posicionamiento sobre la fantasía; su reflexión sobre la infancia; hasta su relación con la historia estadounidense del momento y su recuperación económica. Junto con esto, una cantidad innumerable de anécdotas insólitas de producción (algunas graciosas, otras muy oscuras), que requerirían una nota aparte, y por supuesto, las presiones que sufría Garland.

Durante ese rodaje exigente y ambicioso, Judy no sólo fue obligada a consumir más fármacos que nunca, si no que se le hizo sentir el rigor de sus limitaciones físicas para ese papel. Como tenía 16 en ese tiempo y tenía que interpretar a una chica de 12, tuvo que trabajar durante toda la filmación con un corset que le apretaba el busto y le provocaba dolores durante todo el rodaje. Por otro lado, los productores no confiaban en que ella fuera ideal para el papel porque la consideraban poco agraciada para los exigentes parámetros de belleza de Hollywood. Si bien el tiempo probaría que esa apariencia “común” de Garland terminaría beneficiándola (muchos espectadores sentían simpatía por ver en la pantalla a una estrella que no era convencionalmente tan hermosa), la propia Garland se sentiría profundamente acomplejada durante toda su vida por su supuesta fealdad.

Judy Garland y Liza Minnelli (Instagram: officiallizaminnelli)


Curiosamente, para un film conocido por su uso virtuoso del color y sus escenarios espectaculares, la escena más recordada de Garland en esta película se ve en blanco y negro, y es cuando canta Over the Rainbow. Lo hace en un escenario despojado (es apenas una granja humilde) al lado de una pila de paja y teniendo como único espectador a su perro Toto. Hay algo en esa escena que ya mostraba a la perfección las enormes condiciones de Garland como estrella: su perfecto manejo de una voz dulce y fácilmente reconocible que sabía manejar los tonos y las intensidades de la voz con un virtuosismo admirable y también un estilo de actuación sobrio, muy natural, que contrastaba más de una vez en sus películas con el enorme artificio que rodeaba a la actriz.

(Reuters)

De hecho, Judy Garland no se movía tanto en sus interpretaciones, ni siquiera cuando bailaba. La intensidad de sus emociones más bien se veía en sus enormes ojos negros y en una mirada extremadamente expresiva que Garland nunca usó para sobreactuar o impostar nada. Este tipo de actuación la aplicaba a las comedias musicales, pero también al drama. Basta con ver su actuación en El juicio de Nüremberg (Judgement at Nüremberg -1961). Esta película tiene una escena en la cual Garland (en ese momento ya una mujer adulta), debe atestiguar frente a un fiscal que comienza a atosigarla. Hay que observar superficialmente esa escena para darse cuenta de algo: mientras la mayoría de los actores se comporta allí con un registro actoral impostado y teatral, Garland sólo deja que la emoción fluya a partir de su mirada, unas pocas expresiones faciales, un leve movimiento de hombros, y sobre todo sus inflexiones de voz.

Lamentablemente, este tipo de interpretaciones no pudieron ser tan frecuentes como uno hubiera deseado. Debido a sus internaciones y pozos depresivos, Garland no pudo tener una carrera constante y sostenida durante varios años, y su vida profesional suele dividirse en períodos muy claros. Está su período dorado (al menos en términos de ganancias monetarias y fama, no así en términos personales) en la productora MGM, que abarca desde El mago de Oz hasta los melodramas y musicales que filmó allí hasta el ´47. Luego, tras una crisis nerviosa e intentos de suicidio, abandonó el cine y cualquier actividad artística hasta el ´51 cuando volvería como cantante.

Sólo en el ´54 volvería a actuar tanto en películas importantes por las que recibiría nominaciones al Oscar (como en la mentada El Juicio de Nüremberg y la extraordinaria Nace una estrella -1951, George Cukor), como en apariciones televisivas donde más de una vez gustaba de autoparodiarse. Finalmente, en el ´64 y en su última etapa de vida, se dedicaría plenamente al canto.

Cuesta creer de todos modos, cuando uno ve a esta actriz tan profesional y de rostro luminoso, que este tipo de interpretaciones podían venir de la mano de alguien con tantos problemas psicológicos y emocionales. En El Pirata (The Pirate-1948), de Vincente Minnelli, por ejemplo, Garland se pone en la piel de una mujer soñadora y vital en un film que habla permanentemente sobre el poder del artificio y la celebración de la actuación. Es durante el rodaje de esa misma película que Judy Garland entraría en una crisis nerviosa y tendría su primer intento de suicidio. Más aún, en Nace una estrella, Garland puede convencer perfectamente como una artista enérgica y en ascenso, mientras su mentor- James Mason- interpreta a una estrella sumida cada vez más en sus adicciones y depresión (una vida que, en una ironía terrible, terminaría pareciéndose mucho más a la de la propia Garland).

En su reciente biopic, hay una representación de esa capacidad de Garland para transformarse por completo en el escenario. Allí se muestra como, ya en su último año de vida, aún en momentos en que parecía estar completamente ida de la realidad, podía encabezar un espectáculo con total solvencia, cantando perfectamente y dominando con maestría la interacción con su público.

En algún punto, cuando uno conjuga la vida de Judy Garland con sus trabajos, siempre se tiene la sensación de que era alguien que parecía mutar cuando llegaba el momento de entrar a ejercer su oficio. Sin embargo, lal biopic Judy no evoca nunca esto como un rasgo luminoso de ella, sino más bien como un aspecto triste. En esta película, Garland parece una mujer que ha llegado a esa capacidad más por haber ejercido esa profesión durante décadas que por su propio talento artístico.

Renée Zellweger como Judy Garland en "Judy"

Cada biopic de Hollywood tiene, por supuesto, su forma de encarar un personaje. Por más basada que esté una película en hechos reales, sabemos que cualquier ficción es siempre una deformación de la realidad. Y en este caso, el problema de Judy es que el personaje es, la mayor parte del tiempo, una víctima, que es filmada, por un lado, en sus últimos años como estrella en caída libre y en sus primeros años de estrellato, como una figura permanentemente explotada.

La propuesta de la película es hacernos asistir a un conjunto de situaciones humillantes o tristes de un personaje que se la pasa sufriendo. Si la sufrida interpretación de Zellweger en el rol de Garland es excelente, es más que nada porque se ajusta constantemente a lo que la película busca.

(Reuters)

El tema es que Judy Garland excede por mucho su propia tragedia, y es también una artista que dejó un legado enorme de actuaciones que entendían a la perfección el arte cinematográfico y la sutileza del gesto mínimo, y un conjunto de canciones que supieron ser memorables sobre todo gracias a sus habilidades como cantante.

En algún punto, recordar a Judy Garland solo como un ser sufriente sería caer en el mismo error que se cae cuando sólo se piensa a Marilyn Monroe como una sex-symbol víctima de las presiones del espectáculo. En los dos casos se trata de figuras icónicas que, si poseyeron ese don que llamamos “carisma”, es porque supieron construir una imagen personal, una manera particular de moverse, de hablar, de gesticular y de entonar una voz.

Descartar esa gran inteligencia que se escondía detrás de una vida muy atormentada no es precisamente la mejor manera de recordar a una artista excepcional que supo dejar una obra a su altura. Se trata de un tipo de razonamiento que antepone la oscuridad de un martirio a la luminosidad de su talento. Esta nota ha sido, entre otras cosas, un intento por rescatar todo lo que se pueda este último y maravilloso aspecto de una artista extraordinaria.

+ sobre Judy Garland

sábado, 8 de febrero de 2020

94 veces Cassady


Un día como hoy, en 1926, nacía uno de los símbolos indiscutibles de la Generación Beat. Nos referimos, claro que sí, a Neal Cassady. Un hombre bueno y lleno de aventuras, con muchas locuras en su corazón.

jueves, 6 de febrero de 2020

5ta reflexión relámpago

Hay un concepto opuesto al matrimonio, y es el de amor libre. En tiempos actuales de deconstrucción epidémica y explosión poliamorosa, no faltan las voces que conectan la emergencia de formas de vida sexual alternativa con las propuestas que, en un sentido similar, propugnaron nuevas modalidades de vinculación en los años 60. En rigor, desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, ya habían surgido las primeras posturas antimatrimoniales, de la mano de anarquistas, socialistas y feministas de primera ola, que se extendieron luego a las décadas del 50 a través de la Generación Beat, y de los 60, junto al furor de la contracultura hippie, condensada esta última en el eslogan "Hagamos el amor y no la guerra" (originalmente una consigna antibélica). Pero los ideólogos de estos movimientos no imaginaron una sexualidad desarticulada del amor, como ocurre hoy, sino más bien todo lo contrario. En muchas de las proclamas actuales de poliamor o amor libre, lo que se desliza, sospechamos, es la propuesta de ingreso, consciente o no consciente, al circuito de consumo descarte neoliberal de otros cuerpos; desprovisto de todo cuidado y responsabilidad afectiva hacia el otro, que no existe en su alteridad más que como instrumento efímero del propio deseo. Algo comprensible, si pensamos que al decir de Erich Fromm: "la condición fundamental para el logro del amor es la superación del propio narcicismo". ¿Y es que acaso no vivimos, de la mano del imperio contemporáneo de la imagen, en la que sin duda es una de las etapas más narcicistas de la historia? Aclaremos: no se trata de descalificar la elección consensuada de sexo ocasional, o desligada del marco afectivo, sino de animarnos a cuestionar en ella la presencia de formas genuinas del amor. 

miércoles, 5 de febrero de 2020

106 veces Burroughs


"La desesperación es la materia prima del cambio drástico".

Hoy se cumple un nuevo aniversario del nacimiento del genial escritor, y polémico trotamundos, William Burroughs  (5/2/1914-2/8/1997). Muy a su pesar, una figura clave de la Generación Beat

domingo, 2 de febrero de 2020

Taylor Camp, la última utopía hippie

John Wehrheim 163

 Buscando  plasmar las premisas que la contracultura hippie venía pregonando desde hacía algún tiempo, miles de jóvenes se alejaron de las grandes ciudades y formaron pequeñas comunidades en distintos lugares perdidos a lo largo de los Estados Unidos. La idea era vivir al margen de la economía formal y de las reglas sociales vigentes en ese momento. Taylos Camp fue, en esa línea, uno de los experimentos más representativos de toda aquella movida. Un pequeño asentamiento fundado en la primavera de 1969 en la isla de Kauai, Hawaii, que cubría una superficie de 7 acres (2.8 ha) y en su momento de esplendor llegó a albergar a 120 personas. Comenzó con 13 hippies buscando refugio de  la brutalidad policial  por la que habían sido arrestados. Howard Taylor, hermano de la estrella de cine Elizabeth, los sacó de la cárcel y los invitó a establecerse en una propiedad que poseía frente al mar.  Taylor buscaba edificar en el lugar desde hacía rato, pero las autoridades hawaianas no se lo permitían.  Fue así que gracias a este jugada pudo concretar su proyecto.  Ocho años después, el campamento se había convertido en un verdadero pueblo, hecho a la medida de los valores del hippismo. 

Los habitantes de Taylor Camp vivían en casas precarias, construidas debajo y sobre los árboles que se extendían entre la playa y la jungla. Predominaba la vida consagrada al ocio y al disfrute de la naturaleza. Cuando no hacía frío, casi todos andaban desnudos. En relación a esto, Rosey Rosenthal, ex integrante del campamento y luego conductor de radio para ESPN,  argumentaba que en Taylor Camp  la desnudez era simplemente una forma de gozar la vida: "Cuando vives desnudo y comienzas a ver chicas desnudas todos los días, las comienzas a ver como hermanas y no como objetos sexuales. Muchos creen que en Taylor Camp había orgías, pero eso nunca pasaba, o si sucedía era entre un reducido grupo de personas. La mayoría de los habitantes del lugar vivían en relaciones de pareja como en cualquier comunidad de clase media".

Las decenas de personas que llegaron a Taylor Camp encontraron paz, solidaridad y libertad; en absoluto contraste con el hervidero que eran los Estados Unidos de la época (Guerra de Vietnam, redadas policiales permanentes, muerte de los ideales de la década de los 60). Mientras que algunos de los habitantes del campamento   tenían trabajos fijos, otros colaboraban con los residentes de las islas, quienes mantenían opiniones divididas sobre sus vecinos. Ciertos lugareños se mostraban disconformes con el estilo de vida de los hippies de Taylor Camp; donde la desnudez, las drogas y la vida libre "amenazaban" las "buenas costumbres" establecidas, pero otros aceptaban el estilo de vida alternativo que practicaban, y agradecían su buena voluntad para trabajar a cambio de poco dinero. Los niños que vivían y que nacieron en Taylor Camp asistían a la escuela local, incluso lograron que el conductor del autobús escolar incluyera al campamento en su ruta habitual. El lugar contaba con una partera y un doctor que era veterano de guerra. Los alimentos crecían alrededor del campamento y muchos de los habitantes se mantenían a través de la asistencia social o cupones de comida. 

La utopía tuvo una vida intensa, pero igualmente breve. En 1977, las autoridades locales decidieron construir un parque público estatal. Desalojaron el predio y prendieron fuego las casas. Antes de que todo terminara, el fotógrafo John Wehrheim había pasado cinco años en la comunidad, registrando la vida de sus integrantes.Allí pudo matizar su mirada sobre el campamento, que algo distante al paraíso idílico que algunos pregonaban, no estaba exento de las miserias propias de cualquier comunidad humana, incluidos los episodios de violencia y la picardía de algunos para intentar vivir a costa de los demás. A esto se sumaban los inconvenientes derivados del consumo problemático de drogas de algunos de los miembros de Taylor Camp. Tras el desalojo, muchos de los habitantes del lugar retomaron a sus vidas previas a la libertad experimentada allíesas vidas que atravesadas por la vorágine existencial, los sueños de un mundo mejor y la hipocresía del Sistema, los habían impulsado a  escapar de las trampas materialistas de la sociedad de consumo.  

John Wehrheim 163

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Afiche de la película documental de reciente reestreno sobre Taylor Camp. Dirigida por Robert C. Stone y basada en las anécdotas y las experiencias de John Wehrheim.



viernes, 31 de enero de 2020

105 veces Merton


“Cuando un ser humano es llamado a ser un solitario, aunque sea solo interiormente, no necesita ser nada más, ni se le puede pedir nada más, salvo que permanezca física o espiritualmente solo librando su batalla, que pocos pueden comprender”.

Thomas Merton (31/1/1915 - 10/12/1968)
“Humanismo cristiano” (Cuestiones disputadas), pág.121.

¡Buen viaje, Wes Wilson!


Nos enteramos de la  muerte de Wes Wilson el 24 de enero pasado a través de un comunicado del hijo del artista que se difundió en el New York Times. 
Nacido el 15 de julio de 1937 en Sacramento, California, Wes Wilson se trasladó a San Francisco después de pasar un período en las filas del ejército. Fue en la capital del Golden Gate y del espíritu hippie, donde empezó a trabajar como diseñador gráfico interno para una compañía de seguros.
Fruto de su trabajo como diseñador, finalmente abrió una imprenta con su jefe. Durante ese período Wilson comenzó a diseñar pósters publicitarios. Así es que en 1967 atrajo la atención de Chet Helms, el célebre promotor musical del Summer of Love. A través de Family Dog Productions, Helms promovió los conciertos en el Fillmore y en el Avalon Ballroom de la ciudad californiana.
También trabajó para Bill Graham en el diseño de numerosos pósters y flyers, para anunciar los conciertos en el Auditorio Fillmore y Fillmore West de San Francisco. En ocasiones, para el diseño de los carteles, Wilson contó con la colaboración de otros popes del arte psicodélico, como Alton Kelley, Victor Moscoso, Rick Griffin y Stanley Mouse. Este último y Moscoso son los únicos que aún viven.

El sello característico de Wes Wilson eran los colores vibrantes y las tipografías sinuosas que parecían moverse o derretirse; unos rasgos que pronto lo coronaron como el rey del cartel psicodélico.

Al cabo de un tiempo, Wilson llegó a tener diferencias insalvables con Grahamdisparadas por los royalties. En una entrevista de 2011 con la revista Collectors Weekly, Wilson llegó incluso a llamar al promotor "un ladrón mentiroso", y pasó de diseñar pósters a la pintura en acuarelas. Al final, en 1976,  dejó San Francisco para trasladarse al suroeste de Missouri, donde se dedicó a la cría de ganado y a la pintura, hasta su muerte el 24 de enero de 2020.

¡Gracias por tu maravilloso arte, Wes!


"WHO BE KIND TO" poema de Allen Ginsberg, ilustrado por Wes Wilson

Afiche publicitario de la presentación de Jefferson Airplane en el Fillmore Auditorium.


Póster presentación de Grateful Dead


Mítico afiche anunciando el "Trips Festival" celebrado en el Longshoremen´s Hall de San Francisco (1966), en la antesala a la explosión psicodélica de Haight Ashbury.