martes, 25 de febrero de 2020

77 veces Harrison


Un 25 de Febrero de 1943 nació el imprescindible George HarrisonGracias por tu bendecido arte, Pujya Sri Hari 

viernes, 21 de febrero de 2020

Sobre la hermenéutica de la historia


"Efectivamente se trata, como dijimos, de la escritura de la historia: qué se hace con este pasado que se escapa y a la vez se rescata, pero que ya no es lo que era ni tampoco es como creemos que fue. Son todas las operaciones literarias, interpretativas, reconstructivas, ficcionales que traen ese pasado a nuestro presente y lo hacen vivir, o recuperan algo de lo vivo. Pero, al mismo tiempo, tratándolo como muerto. Esta es la extraña conjunción de la tarea del historiador. ¿Cömo se hace historia? De esta manera: reconociendo lo muerto y tratando de escuchar el latido de algo vivo: las astillas del tiempo mesiánico, para decirlo con Benjamin. La originalidad de Benjamin es reformular el tiempo: por lo general, se asocia lo mesiánico con el futuro, pero Benjamin lo retrotrae al pasado. Porque todo pasado contiene astillas del tiempo mesiánico que no han florecido, que no han podido germinar. Es algo que quedó sin realizar y es tarea de cada generación rescatar aquello no realizado, no liberado, no reivindicado, y lanzarlo hacia el futuro. Para Benjamin, de eso se trata la construcción del futuro. Lo que, en su concepción, es la revolución". 

Diana Sperling, "Filosofía para armar" (Editorial Emecé, 2014, pág. 52-53)

lunes, 10 de febrero de 2020

Judy Garland: deslumbrante y atormentada



(La película “Judy”, ganadora del Oscar en la categoría Mejor Actriz por la interpretación de Renée Zellweger, permite recordar una vez más a una figura icónica del Hollywood clásico, una actriz y cantante que con su talento fascinaba a las audiencias y que terminó siendo víctima del mismo sistema que la consagró).

Por Hernán Schell (Nota publicada el 2 de febrero de 2020 en el diario Infobae bajo el título "Judy Garland: retrato de una artista deslumbrante y de una vida atormentada" 

En el inicio de Judy, un hombre corpulento habla con una joven mientras caminan por un colorido estudio de cine. El hombre en cuestión le dice a la chica que el mundo se divide en personas comunes, y personas como ella, que han nacido para estar detrás de la pantalla gracias a un don especial, y que en su caso, ese don especial es la voz. Lo que podría parecer un discurso inspirador en el contexto histórico y biográfico de la película es otra cosa. Sucede que esa nena es Judy Garland y ese hombre es Louis B. Mayer. Mayer es, históricamente, quizás el hombre más poderoso de toda la era del Hollywood clásico. Jefe de la MGM, que fuera la productora más acaudalada de ese momento, y padre fundador de eso que se conocería como “star system”, algo que podría resumirse como un sistema que construye la imagen de determinados actores para volverlos marcas registradas de un tipo de cine.

Hollywood, y sobre todo aquel Hollywood de la era clásica, siempre tuvo una cara bifronte. Una, la que sabe ser hermosa en más de un sentido: porque generó películas extraordinarias y porque mostraba imágenes atractivas con hombres carismáticos y mujeres bellas y elegantes a los que el público veía como seres que se movían en un mundo feliz y artificial de glamour.

La otra cara, la aberrante, residía en un Hollywood que no en pocas ocasiones exigió a estas estrellas hasta enloquecerlas. Hay, de hecho, varias películas sobre este asunto, ejemplarmente esa carta de amor envenenada a Hollywood llamada Sunset Blvd (1950), en la cual el director Billy Wilder reflexionaba sobre este aspecto oscuro de una industria de la cual, al mismo tiempo, se sabía miembro.

Además de ser conocida como la madre de otra cantante legandaria como Liza Minnelli, Judy Garland es también, de todas las estrellas que tuvo Hollywood, aquella que más arquetípicamente reflejó esa ambigüedad de la industria. Pese a que era una notable actriz dramática y participó en melodramas importantes, su nombre se identifica más que nada con películas de espíritu inocente, y también con canciones alegres que interpretaría tanto en largometrajes como en su carrera como cantante solista. Pero, al mismo tiempo, Garland es un ejemplo perfecto de la irresponsabilidad de una industria a la hora de explotar a una joven y del hambre demencial por la fama.

Este último aspecto estuvo para Garland marcado desde el principio. Tenía treinta meses cuando participó por primera vez como actriz y cantante junto a sus hermanas en un teatro de su propio padre, Frank Gumm. Luego, fue junto a sus hermanas que Judy empezaría dando sus primeros pasos actorales hasta llegar a trabajar en Hollywood a sus 13. Si bien ya en esos primeros años Garland empezaba a aparecer en películas importantes, perfilándose como gran actriz y cantante (tenía en su haber varias películas con Mickey Rooney); también en esa época era obligada a consumir todo tipo de fármacos para tolerar una infinidad de sesiones de rodaje. Sin embargo, nadie duda de que su quiebre -tanto en su ascenso como estrella como en su descenso lento y progresivo al infierno de las adicciones- vendría a partir de la legendaria El mago de Oz (The Wizard of Oz-1939).


Somewhere Over the Rainbow', de "El Mago de Oz"

De este cuento de hadas deslumbrante se ha escrito y analizado largo y tendido: su ambigüedad en su posicionamiento sobre la fantasía; su reflexión sobre la infancia; hasta su relación con la historia estadounidense del momento y su recuperación económica. Junto con esto, una cantidad innumerable de anécdotas insólitas de producción (algunas graciosas, otras muy oscuras), que requerirían una nota aparte, y por supuesto, las presiones que sufría Garland.

Durante ese rodaje exigente y ambicioso, Judy no sólo fue obligada a consumir más fármacos que nunca, si no que se le hizo sentir el rigor de sus limitaciones físicas para ese papel. Como tenía 16 en ese tiempo y tenía que interpretar a una chica de 12, tuvo que trabajar durante toda la filmación con un corset que le apretaba el busto y le provocaba dolores durante todo el rodaje. Por otro lado, los productores no confiaban en que ella fuera ideal para el papel porque la consideraban poco agraciada para los exigentes parámetros de belleza de Hollywood. Si bien el tiempo probaría que esa apariencia “común” de Garland terminaría beneficiándola (muchos espectadores sentían simpatía por ver en la pantalla a una estrella que no era convencionalmente tan hermosa), la propia Garland se sentiría profundamente acomplejada durante toda su vida por su supuesta fealdad.

Judy Garland y Liza Minnelli (Instagram: officiallizaminnelli)


Curiosamente, para un film conocido por su uso virtuoso del color y sus escenarios espectaculares, la escena más recordada de Garland en esta película se ve en blanco y negro, y es cuando canta Over the Rainbow. Lo hace en un escenario despojado (es apenas una granja humilde) al lado de una pila de paja y teniendo como único espectador a su perro Toto. Hay algo en esa escena que ya mostraba a la perfección las enormes condiciones de Garland como estrella: su perfecto manejo de una voz dulce y fácilmente reconocible que sabía manejar los tonos y las intensidades de la voz con un virtuosismo admirable y también un estilo de actuación sobrio, muy natural, que contrastaba más de una vez en sus películas con el enorme artificio que rodeaba a la actriz.

(Reuters)

De hecho, Judy Garland no se movía tanto en sus interpretaciones, ni siquiera cuando bailaba. La intensidad de sus emociones más bien se veía en sus enormes ojos negros y en una mirada extremadamente expresiva que Garland nunca usó para sobreactuar o impostar nada. Este tipo de actuación la aplicaba a las comedias musicales, pero también al drama. Basta con ver su actuación en El juicio de Nüremberg (Judgement at Nüremberg -1961). Esta película tiene una escena en la cual Garland (en ese momento ya una mujer adulta), debe atestiguar frente a un fiscal que comienza a atosigarla. Hay que observar superficialmente esa escena para darse cuenta de algo: mientras la mayoría de los actores se comporta allí con un registro actoral impostado y teatral, Garland sólo deja que la emoción fluya a partir de su mirada, unas pocas expresiones faciales, un leve movimiento de hombros, y sobre todo sus inflexiones de voz.

Lamentablemente, este tipo de interpretaciones no pudieron ser tan frecuentes como uno hubiera deseado. Debido a sus internaciones y pozos depresivos, Garland no pudo tener una carrera constante y sostenida durante varios años, y su vida profesional suele dividirse en períodos muy claros. Está su período dorado (al menos en términos de ganancias monetarias y fama, no así en términos personales) en la productora MGM, que abarca desde El mago de Oz hasta los melodramas y musicales que filmó allí hasta el ´47. Luego, tras una crisis nerviosa e intentos de suicidio, abandonó el cine y cualquier actividad artística hasta el ´51 cuando volvería como cantante.

Sólo en el ´54 volvería a actuar tanto en películas importantes por las que recibiría nominaciones al Oscar (como en la mentada El Juicio de Nüremberg y la extraordinaria Nace una estrella -1951, George Cukor), como en apariciones televisivas donde más de una vez gustaba de autoparodiarse. Finalmente, en el ´64 y en su última etapa de vida, se dedicaría plenamente al canto.

Cuesta creer de todos modos, cuando uno ve a esta actriz tan profesional y de rostro luminoso, que este tipo de interpretaciones podían venir de la mano de alguien con tantos problemas psicológicos y emocionales. En El Pirata (The Pirate-1948), de Vincente Minnelli, por ejemplo, Garland se pone en la piel de una mujer soñadora y vital en un film que habla permanentemente sobre el poder del artificio y la celebración de la actuación. Es durante el rodaje de esa misma película que Judy Garland entraría en una crisis nerviosa y tendría su primer intento de suicidio. Más aún, en Nace una estrella, Garland puede convencer perfectamente como una artista enérgica y en ascenso, mientras su mentor- James Mason- interpreta a una estrella sumida cada vez más en sus adicciones y depresión (una vida que, en una ironía terrible, terminaría pareciéndose mucho más a la de la propia Garland).

En su reciente biopic, hay una representación de esa capacidad de Garland para transformarse por completo en el escenario. Allí se muestra como, ya en su último año de vida, aún en momentos en que parecía estar completamente ida de la realidad, podía encabezar un espectáculo con total solvencia, cantando perfectamente y dominando con maestría la interacción con su público.

En algún punto, cuando uno conjuga la vida de Judy Garland con sus trabajos, siempre se tiene la sensación de que era alguien que parecía mutar cuando llegaba el momento de entrar a ejercer su oficio. Sin embargo, lal biopic Judy no evoca nunca esto como un rasgo luminoso de ella, sino más bien como un aspecto triste. En esta película, Garland parece una mujer que ha llegado a esa capacidad más por haber ejercido esa profesión durante décadas que por su propio talento artístico.

Renée Zellweger como Judy Garland en "Judy"

Cada biopic de Hollywood tiene, por supuesto, su forma de encarar un personaje. Por más basada que esté una película en hechos reales, sabemos que cualquier ficción es siempre una deformación de la realidad. Y en este caso, el problema de Judy es que el personaje es, la mayor parte del tiempo, una víctima, que es filmada, por un lado, en sus últimos años como estrella en caída libre y en sus primeros años de estrellato, como una figura permanentemente explotada.

La propuesta de la película es hacernos asistir a un conjunto de situaciones humillantes o tristes de un personaje que se la pasa sufriendo. Si la sufrida interpretación de Zellweger en el rol de Garland es excelente, es más que nada porque se ajusta constantemente a lo que la película busca.

(Reuters)

El tema es que Judy Garland excede por mucho su propia tragedia, y es también una artista que dejó un legado enorme de actuaciones que entendían a la perfección el arte cinematográfico y la sutileza del gesto mínimo, y un conjunto de canciones que supieron ser memorables sobre todo gracias a sus habilidades como cantante.

En algún punto, recordar a Judy Garland solo como un ser sufriente sería caer en el mismo error que se cae cuando sólo se piensa a Marilyn Monroe como una sex-symbol víctima de las presiones del espectáculo. En los dos casos se trata de figuras icónicas que, si poseyeron ese don que llamamos “carisma”, es porque supieron construir una imagen personal, una manera particular de moverse, de hablar, de gesticular y de entonar una voz.

Descartar esa gran inteligencia que se escondía detrás de una vida muy atormentada no es precisamente la mejor manera de recordar a una artista excepcional que supo dejar una obra a su altura. Se trata de un tipo de razonamiento que antepone la oscuridad de un martirio a la luminosidad de su talento. Esta nota ha sido, entre otras cosas, un intento por rescatar todo lo que se pueda este último y maravilloso aspecto de una artista extraordinaria.

+ sobre Judy Garland

sábado, 8 de febrero de 2020

94 veces Cassady


Un día como hoy, en 1926, nacía uno de los símbolos indiscutibles de la Generación Beat. Nos referimos, claro que sí, a Neal Cassady. Un hombre bueno y lleno de aventuras, con muchas locuras en su corazón.

jueves, 6 de febrero de 2020

5ta reflexión relámpago

Hay un concepto opuesto al matrimonio, y es el de amor libre. En tiempos actuales de deconstrucción epidémica y explosión poliamorosa, no faltan las voces que conectan la emergencia de formas de vida sexual alternativa con las propuestas que, en un sentido similar, propugnaron nuevas modalidades de vinculación en los años 60. En rigor, desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, ya habían surgido las primeras posturas antimatrimoniales, de la mano de anarquistas, socialistas y feministas de primera ola, que se extendieron luego a las décadas del 50 a través de la Generación Beat, y de los 60, junto al furor de la contracultura hippie, condensada esta última en el eslogan "Hagamos el amor y no la guerra" (originalmente una consigna antibélica). Pero los ideólogos de estos movimientos no imaginaron una sexualidad desarticulada del amor, como ocurre hoy, sino más bien todo lo contrario. En muchas de las proclamas actuales de poliamor o amor libre, lo que se desliza, sospechamos, es la propuesta de ingreso, consciente o no consciente, al circuito de consumo descarte neoliberal de otros cuerpos; desprovisto de todo cuidado y responsabilidad afectiva hacia el otro, que no existe en su alteridad más que como instrumento efímero del propio deseo. Algo comprensible, si pensamos que al decir de Erich Fromm: "la condición fundamental para el logro del amor es la superación del propio narcicismo". ¿Y es que acaso no vivimos, de la mano del imperio contemporáneo de la imagen, en la que sin duda es una de las etapas más narcicistas de la historia? Aclaremos: no se trata de descalificar la elección consensuada de sexo ocasional, o desligada del marco afectivo, sino de animarnos a cuestionar en ella la presencia de formas genuinas del amor. 

miércoles, 5 de febrero de 2020

106 veces Burroughs


"La desesperación es la materia prima del cambio drástico".

Hoy se cumple un nuevo aniversario del nacimiento del genial escritor, y polémico trotamundos, William Burroughs  (5/2/1914-2/8/1997). Muy a su pesar, una figura clave de la Generación Beat

domingo, 2 de febrero de 2020

Taylor Camp, la última utopía hippie

John Wehrheim 163

 Buscando  plasmar las premisas que la contracultura hippie venía pregonando desde hacía algún tiempo, miles de jóvenes se alejaron de las grandes ciudades y formaron pequeñas comunidades en distintos lugares perdidos a lo largo de los Estados Unidos. La idea era vivir al margen de la economía formal y de las reglas sociales vigentes en ese momento. Taylos Camp fue, en esa línea, uno de los experimentos más representativos de toda aquella movida. Un pequeño asentamiento fundado en la primavera de 1969 en la isla de Kauai, Hawaii, que cubría una superficie de 7 acres (2.8 ha) y en su momento de esplendor llegó a albergar a 120 personas. Comenzó con 13 hippies buscando refugio de  la brutalidad policial  por la que habían sido arrestados. Howard Taylor, hermano de la estrella de cine Elizabeth, los sacó de la cárcel y los invitó a establecerse en una propiedad que poseía frente al mar.  Taylor buscaba edificar en el lugar desde hacía rato, pero las autoridades hawaianas no se lo permitían.  Fue así que gracias a este jugada pudo concretar su proyecto.  Ocho años después, el campamento se había convertido en un verdadero pueblo, hecho a la medida de los valores del hippismo. 

Los habitantes de Taylor Camp vivían en casas precarias, construidas debajo y sobre los árboles que se extendían entre la playa y la jungla. Predominaba la vida consagrada al ocio y al disfrute de la naturaleza. Cuando no hacía frío, casi todos andaban desnudos. En relación a esto, Rosey Rosenthal, ex integrante del campamento y luego conductor de radio para ESPN,  argumentaba que en Taylor Camp  la desnudez era simplemente una forma de gozar la vida: "Cuando vives desnudo y comienzas a ver chicas desnudas todos los días, las comienzas a ver como hermanas y no como objetos sexuales. Muchos creen que en Taylor Camp había orgías, pero eso nunca pasaba, o si sucedía era entre un reducido grupo de personas. La mayoría de los habitantes del lugar vivían en relaciones de pareja como en cualquier comunidad de clase media".

Las decenas de personas que llegaron a Taylor Camp encontraron paz, solidaridad y libertad; en absoluto contraste con el hervidero que eran los Estados Unidos de la época (Guerra de Vietnam, redadas policiales permanentes, muerte de los ideales de la década de los 60). Mientras que algunos de los habitantes del campamento   tenían trabajos fijos, otros colaboraban con los residentes de las islas, quienes mantenían opiniones divididas sobre sus vecinos. Ciertos lugareños se mostraban disconformes con el estilo de vida de los hippies de Taylor Camp; donde la desnudez, las drogas y la vida libre "amenazaban" las "buenas costumbres" establecidas, pero otros aceptaban el estilo de vida alternativo que practicaban, y agradecían su buena voluntad para trabajar a cambio de poco dinero. Los niños que vivían y que nacieron en Taylor Camp asistían a la escuela local, incluso lograron que el conductor del autobús escolar incluyera al campamento en su ruta habitual. El lugar contaba con una partera y un doctor que era veterano de guerra. Los alimentos crecían alrededor del campamento y muchos de los habitantes se mantenían a través de la asistencia social o cupones de comida. 

La utopía tuvo una vida intensa, pero igualmente breve. En 1977, las autoridades locales decidieron construir un parque público estatal. Desalojaron el predio y prendieron fuego las casas. Antes de que todo terminara, el fotógrafo John Wehrheim había pasado cinco años en la comunidad, registrando la vida de sus integrantes.Allí pudo matizar su mirada sobre el campamento, que algo distante al paraíso idílico que algunos pregonaban, no estaba exento de las miserias propias de cualquier comunidad humana, incluidos los episodios de violencia y la picardía de algunos para intentar vivir a costa de los demás. A esto se sumaban los inconvenientes derivados del consumo problemático de drogas de algunos de los miembros de Taylor Camp. Tras el desalojo, muchos de los habitantes del lugar retomaron a sus vidas previas a la libertad experimentada allíesas vidas que atravesadas por la vorágine existencial, los sueños de un mundo mejor y la hipocresía del Sistema, los habían impulsado a  escapar de las trampas materialistas de la sociedad de consumo.  

John Wehrheim 163

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Afiche de la película documental de reciente reestreno sobre Taylor Camp. Dirigida por Robert C. Stone y basada en las anécdotas y las experiencias de John Wehrheim.