miércoles, 4 de marzo de 2020

6ta reflexión relámpago

Algo que comenzó a ocurrir en los años 60 y que constituía un acontecimiento en sí mismo era que las personas, en su mayoría jóvenes y jóvenes adultos, comenzaron a reunirse, se congregaban. Para el poeta beat Allen Ginsberg (1926-1997), este congregarse en una convivencia pacífica, aunque temporaria, significaba el fin de la imagen de la década de 1950, cristalizada en la persona aislada, el rebelde solitario sin causa, el soñador outsider, el vagabundo rutero sin rumbo, atrapado en el abrazo de un existencialismo solipsista. Era la retirada de aquellos jóvenes enojados, a los cuales la sociedad no podía, no quería, o no le interesaba entender. Siguiendo a Ginsberg, el acto mismo de reunirse era una señal de auto trascendencia: esperanza y optimismo después de la desesperación. El amor era libre. Ya entonces, para ciertos intérpretes culturales bastante agudos, no pasó desapercibido que existían fuertes paralelos bíblicos con esta supuesta transición del aislamiento que trazó muchos aspectos culturales de los años 50, hacia el nuevo espíritu de (re)unión (gathering) que signaría los tiempos por venir. La historia de cómo los seguidores de Jesús se habían esparcido temerosos después de su crucifixión era potente. Podemos pensar en el discípulo Pedro, sólo, merodeando entre enemigos, negando su cercanía afectiva con el Maestro, hundiéndose en sí mismo, deprimido, mientras escucha al gallo cantar tres veces. Y luego recordar la historia de cómo los apóstoles se reunieron nuevamente, aunque todavía escondidos, marginados, asustados, en un aposento alto, donde de pronto la experiencia mística grupal aconteció: un fuerte viento de fuego besó el espíritu que los transmutó en comunicadores instantáneos, volubles y sumamente francos y apasionados, acusados ​​por otras personas de estar ebrios y, sin embargo, siendo espectadores de como el mensaje de Cristo se extendía como la pólvora y aumentaba geométricamente el número de conversos. En la terminología de la década de 1960, los apóstoles habían iniciado su trip (viaje) colectivo y comenzaron a compartir sus vivencias en común, "with a little help from their friends", predicando abiertamente que la nueva era había comenzado. Es indudable que para ciertos espíritus religiosos sensibles, esta comparación podría parecer inquietante e impía. Pero el hecho de que en aquellos años del siglo xx la gente comenzara a reunirse en todo el mundo, consolidó una imagen nueva en la memoria popular, algo repetido de forma obediente al menos en los festivales pop/rock que se prolongan hasta la actualidad, pese a que el significado espiritual profundo del itinerario sesentista se haya ido perdiendo en el camino. En el proceso, indudablemente, lo que nació fue una leyenda, una especie de sueño.

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