5ta reflexión relámpago
Hay un concepto opuesto al matrimonio, y es el de amor libre. En tiempos actuales de deconstrucción epidémica y explosión poliamorosa, no faltan las voces que conectan la emergencia de formas de vida sexual alternativa con las propuestas que, en un sentido similar, propugnaron nuevas modalidades de vinculación en los años 60. En rigor, desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, ya habían surgido las primeras posturas antimatrimoniales, de la mano de anarquistas, socialistas y feministas de primera ola, que se extendieron luego a las décadas del 50 a través de la Generación Beat, y de los 60, junto al furor de la contracultura hippie, condensada esta última en el eslogan "Hagamos el amor y no la guerra" (originalmente una consigna antibélica). Pero los ideólogos de estos movimientos no imaginaron una sexualidad desarticulada del amor, como ocurre hoy, sino más bien todo lo contrario. En muchas de las proclamas actuales de poliamor o amor libre, lo que se desliza, sospechamos, es la propuesta de ingreso, consciente o no consciente, al circuito de consumo descarte neoliberal de otros cuerpos; desprovisto de todo cuidado y responsabilidad afectiva hacia el otro, que no existe en su alteridad más que como instrumento efímero del propio deseo. Algo comprensible, si pensamos que al decir de Erich Fromm: "la condición fundamental para el logro del amor es la superación del propio narcicismo". ¿Y es que acaso no vivimos, de la mano del imperio contemporáneo de la imagen, en la que sin duda es una de las etapas más narcicistas de la historia? Aclaremos: no se trata de descalificar la elección consensuada de sexo ocasional, o desligada del marco afectivo, sino de animarnos a cuestionar en ella la presencia de formas genuinas del amor.
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